Una boda sintoísta
Las bodas tradicionales sintoístas tienen lugar en un templo (jinja) al que sólo acude la familia más cercana y algunos pocos amigos de la pareja. Como en occidente, la novia va de blanco de pies a cabeza para demostrar su pureza ante los dioses vistiendo un kimono y una capucha blanca llamada wataboshi que cubre el Tsunokakushi, un elaborado peinado con un tocado que esconde los «cuernos de los celos» de la novia; símbolo de su predisposición a convertirse en una esposa dulce y dispuesta. El novio por su parte siempre utiliza un kimono negro.
Como en todos los ritos sintoístas, la ceremonia empieza con un ritual de purificación (shubatsu) en el que los novios intercambian un rosario (juzu) y, de un tiempo a esta parte bajo la influencia occidental, también los anillos. A continuación el sacerdote recita una plegaria y procede con el sansankudo, (literalmente, el tres tres nueve) mediante el que los novios sellan su unión y manifiestan el deseo de alcanzar la felicidad suprema.
Durante el ritual las miko (el equivalente shinto de los monaguillos) ofrecen sake sagrado (o-miki) a los novios en tres pequeños cuencos lacados (sakazuki) para que beban de ellos en un determinado orden (cada cuenco tiene un tamaño, de más pequeño a mayor) y acercándoselo a la boca dos veces para beber solo a la tercera (nueve intentos y tres tragos). El tres representa el Cielo, la Tierra y el Ser Humano.
Terminado este ritual, la pareja expresa sus votos antes sus familiares (juntos o por separado) concluyendo el sacerdote con unas palabras que cierran la ceremonia religiosa. Los recién casados agradecen la asistencia a los invitados y dan paso a la fiesta, Hirou no Gui, donde celebran la unión junto al resto de familiares, amigos, compañeros de trabajo, etc…
Durante el banquete, los amigos hacen un pequeño homenaje al novio (al contrario que en occidente, el protagonista de la ceremonia es el novio y no la novia) hablando de su vida y las cosas buenas que ha hecho; pero antes lo habitual es que estos se cambien de ropa sustituyéndolas por sus equivalentes occidentales, el frac del novio y el vestido de blanco de la novia. ¿Por qué renunciar a algo si puedes tener lo mejor de ambas tradiciones?
Imágenes | Miguel Michán